Sentimiento de impotencia desde mi ventana
Por Nerea Pantoja Gallego, alumna de Bachillerato
Sol de la mañana. E. Hopper
SENTIMIENTO
DE IMPOTENCIA DESDE MI VENTANA
Mi mirada se dirige al exterior, desde mi ventana,
un paisaje que nunca antes hubiera imaginado ver, solitario. Ya no se oye
absolutamente nada, solo escucho los televisores, hablando de lo mismo, siempre.
Miles de voces calladas, sufriendo, llorando a sus seres queridos. Aquellos que
subyacen frente a cuatro paredes (con suerte algunos) y que su único rayo de
esperanza está en ver a su familia, decirles que todo saldrá bien…a este
silencio me refiero.
No hay nadie, solo me encuentro yo con mi sentimiento de
impotencia al otro lado de mi ventana, dándole voz a mis pensamientos. Nadie, absolutamente
nadie, estaba preparado. Huíamos del mundo para formar otro, queríamos
alejarnos, deseábamos despertar y que acabase, con el menor daño posible. Ya ni
pensábamos en nosotros mismos, sólo en quien vimos por última vez, si se
encuentra bien y lo más importante, no infectarlo. Que sencillo es decirlo pero
que complicado era que no se llegase a cumplir lo que menos deseábamos. En mi
pensamiento nunca se encontró un beso o un abrazo como una amenaza, ahora sí,
era un arma peligrosa. Teníamos que aprender a alejarnos de ello, andar con
cuidado, pensar en qué podría llegar a ocurrir. Nunca antes lo hubiera llegado
a pensar, nunca antes les había tomado tanta importancia, y qué pena, me culpo
de no haberlo hecho. Frente a esta ventana, también me arrepentía de haberle
dado tanta importancia a cosas que no las tenían, a cosas que no se podían
comparar con esta pandemia. También sentía otro de los sentimientos más
fuertes, sentimiento de nostalgia frente a la gran población que ayudaba, que
no descansaba, para que nosotros estuviéramos bien, en casa, sólo teníamos que
hacer eso.
Mi pensamiento iba más allá al estar frente a mi ventana con mi
miraba perdida. La carga viral se apoderaba de un mundo entero, lo interrumpía,
tenía el poder, descontrolado, indeseado. Le hacía frente a todo, siempre
ganaba, a veces se pausaba, a veces se llevaba vidas que no lo merecían.
Pasaban los días, el confinamiento se alargaba, tenía total certeza de que
dentro de mí había un cambio. El poder de aprendizaje era totalmente increíble,
en un periodo de tiempo que no sabíamos cuando llegaría a su fin. Cada día
aprendías algo, lo primero, saber cómo actuar, saber qué hacer en determinadas
situaciones. También aprendías en quien pensar, en quién lo merecía de verdad.
A mí me sirvió como parada a un nuevo destino, llegar a mi total madurez,
poquito a poco. Era un viaje largo, complicado, con muchos obstáculos, pero una
vez que cogías el billete, no volvías atrás, y eso al fin y al cabo era lo
bonito. El proceso de aprendizaje se encontraba en mí, en mi interior, en mis
ganas de conseguirlo. A pesar de observar una ventana, como solía hacer, empecé
a ir más allá, a preocuparme en cosas que realmente me afectaban a mí, en dejar
de pensar que opinarían los demás.
Si algo positivo sacabas de esta pandemia
era el gran tiempo que estabas sólo, contigo
mismo, y te encontrabas. Para mí, la motivación era superar el momento,
y que el momento no me afectase más de lo que llegaba a hacerlo. Pensar en todas aquellas
personas que estaban arriesgando su vida por nosotros. Pensar en toda la
educación que había recibido desde mis primeros años de vida. Pensar en quien
ya no estaba a mi lado y que en estos momentos desearía verme superarme a
diario, y que llegara a conseguir todo
lo que quisiera, en nuestras personas
más mayores, los que consiguieron que hoy en día estemos respirando tranquilidad
y que ahora mismo solo tuviese que pensar en mi o mirar por una simple ventana
con mi incertidumbre, nada más. Ellos son quienes realmente están sufriendo más
este virus. Nunca cambiará mi opinión, como bien decía mi abuelo, los últimos
años de la vida de una persona son para llenarse de momentos que nunca olvidará,
de mirar atrás y ver que aquel viaje que tomó para llegar a su madurez y comprender que sirvió de algo. Habrá
personas que no lo tomen, habrá personas que lo único que se tomen será esta situación como risa, vacaciones.
El cambio está ya en cada uno de nosotros, en nuestro interior, en
encontrarnos a nosotros mismos, en aprender a valorar, querer, admirar,
respetar, cumplir nuestros compromisos y somos nosotros mismos quiénes decidimos
tomarlo. Este atasco en mi vida me está
transformando en una nueva persona. Dejo atrás mis inseguridades para tomar con
total gratitud y convicción mi nuevo yo. He aprendido a enseñarme a mí misma, a
tener una opinión sólida, a ser tal y cómo soy . Pero, ¿qué somos? Somos
instantes, llenos de vida, que obedecen a su voz. Nunca dejamos de brillar con
luz propia, aunque sólo en este momento veamos grises. Juntos conseguiremos
ganar, llegar al final del viaje, ser personas auténticas.
Desde mi ventana, y
con mi sentimiento de impotencia, afirmo que todo saldrá bien, pero únicamente
si el cambio comienza en ti.
Comentarios
Publicar un comentario